¡Joder con las palabras!, PALABRAS, palabras, PA-LA-BRASSss

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Qué extraño, hay muchas y qué cortas se quedan a veces. “No tengo palabras, ni falta que hacen”, decimos, cuando en realidad, tenemos miles, que se pueden combinar de forma infinita y con resultados, tan variopintos como Los Episodios Nacionales (D. Benito Pérez Galdós-Gran Canaria), las pintadas callejeras, o esos whatsapps, llenos de faltas de ortografía, que pululan por la red de redes, osea, por eso de la internet.

P-A-L-A-B-R-A-Sss. Las palabras, hacen posible un tipo de comunicación muy valioso, fundamental, para transmitir ideas complejas. Las palabras pueden ser liberadoras. Un “te voy a reventar”, o un “te quieres ir a la mierda”, pueden aliviar, una presión contenida, durante mucho tiempo.

Pero las palabras también limitan. Por ejemplo: «…veo arder una casa» y por una décima de segundo, soy capaz de disfrutarlo, de conmoverme con su belleza. Pero mi mente, enseguida encuentra una palabra, para definir eso que veo, dice “PRECIOSO” y nada más ponerle nombre, de forma inmediata, parece, que ya no me interesa recrearme en el espectáculo, de las llamas saliendo por las ventanas y tengo, que pasar a ocupar mi pensamiento, con otra cosa.

Mi mente, cerebro, o queráis llamarle, se comporta como un sabueso, como si cualquier situación fuera un misterio que resolver, como, si gozar de un incendio, se tratara de un problema matemático y la palabra “PRECIOSO”, fuera el resultado correcto. Y, en cuanto encuentra la palabra precisa, mi cerebro se aburre, porque… ¿Qué sentido tiene, quedarse a observar una operación matemática, realizada con éxito? ¡Ninguno! Lo que quiere mi cabeza, es resolver otro problema. Y si no hay ningún problema, crearlo para mí.

Así, que mientras mis ojos, siguen mirando el incendio, mi mente, salta de un sitio a otro, negándose la atención a aquello, que ya ha podido definir y tratando, de involucrarme en otros dilemas, reales, o ficticios, a los que encontrar solución.

Y ahí estoy, en medio de un paisaje PRECIOSO, intentando encajar las piezas de otro puzzle mental. Pensando en, por qué tal persona no me contestó a un correo, o en la conversación pendiente, con mi vecino  «el churrero», sobre los ladridos de sus perros, arrastrado por mi pensamiento, hacia algún conflicto, pasado, o futuro e incapaz, de disfrutar de aquello, a lo que ya, he puesto nombre.

Y todo, por culpa de las PALABRASSss. A veces, uso las palabras, para alabarme. Lo hago, incluso, en voz alta. Me digo “eres bueno, jodido”, con una frecuencia, que roza lo patológico.

Pienso en las veces, que alguien me ha insultado y me tranquiliza saber que, sea cual sea la palabra que hayan utilizado, yo ya me la he dicho a mí mismo antes y la he mejorado, por supuesto.

También uso las palabras, para insultar a otros. Como ya sabes: imbécil, cerdo de mierda, gilipollas, capullo… Es curioso, cuánto puede ofender una simple palabra, incluso, si quien la lanza, es un desconocido, cuya opinión me debería importar una mierda, si consigue conectar con mi sentimiento íntimo de superioridad, si entra en consonancia, con el “no eres lo bastante bueno”, que habita en los conductores de la Derbi 50 cc.

Las palabras, se intoxican y se llenan de significados, tan diferentes al que tenían en su origen, que resulta muy difícil entenderse bien, cuándo usamos grandes palabras de forma bastarda.

Tengo, palabras favoritas, cosas de la que tu careces: OJALÁ, QUIZÁ y por encima de todas, COÑO. OJALÁ me gusta, porque implica deseo y duda. QUIZÁ, porque habla de la posibilidad. Y COÑO porque es una palabra tan grande, que contiene a todas las demás: deseo, duda, posibilidad, vida, niña, pene, oscuridad, mujer, misterio, sexo, alimento, mundo, cuadro, hombre, agujero, universo, madre, negro, origen, tabú, trivial… ¿Trivial? Bueno, a lo mejor COÑO no contiene a todas las palabras, pero sí a las más importantes.

Les recuerdo, que según la ACADEMIA CANARIA DE LA LENGUA, aunque les parezca una chorrada, existe y nos cuesta una pasta, ha dejado claro, la diferencia existente entre el ¡¡COÑO!! canario y el ¡¡COÑO!!, peninsular.

Dejo aquí estas palabras. Ahora se quedan huérfanas, solas, un poco a la deriva, a la expectativa, de lo que quienes las lean, proyecten sobre ellas. Quizá resuenen en alguien. Ojalá.

Y si no… ¡Qué COÑO! Yo las dejo ahí, al que le guste, bien y al que no le guste, que se la machaque un tren, pero un: «COÑOOO, PEDAZO DE TREN».

Doramas

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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