Nadie sabe quiénes son Bastián, Pablo, Rasel, Sergio Ojeda o Jalil, pero buena parte de los vecinos de la calle Roque de San Gregorio, en Telde, recuerdan sus nombres día tras día porque cada uno de ellos ha dejado su firma estampada en la fachada del Molino del Conde de San Gregorio. Lo han hecho en forma de graffitis, y no precisamente artísticos, sino con cientos de pintadas vandálicas que se acumulan semana tras semana y desde hace una década en las paredes exteriores de un inmueble declarado Bien de Interés Cultural (BIC)por el Gobierno de Canarias en 2018 por el buen estado de conservación -por entonces- de un edificio que albergó la industria de la molienda de gofio desde el siglo XIX.
El edificio, de propiedad municipal y hoy sede del Círculo Cultural de Telde, presenta un completo deterioro de su fachada: la cartela de azulejos que explica la historia del molino está incompleta por la falta de piezas y las pintadas se extienden por absolutamente toda la pared que da hacia el callejón que conduce al aparcamiento de Arnao; además la situación se repite en buena parte del entorno urbano público de ese espacio pues el edificio del antiguo multicines, que se encuentra a apenas cinco metros del molino, también se encuentra en las mismas condiciones. «Esto es una anarquía graffitera en la que desde hace una década cada uno ha querido dejar su señal», critica el cronista oficial de Telde, Antonio González Padrón, «incluso algunos llevan escaleras para pintar más arriba que los demás». Y además de este aspecto, en la zona en ocasiones hay restos de heces, micciones y hasta preservativos.
«No hay vigilancia ni control, es un lugar de esparcimiento para estos individuos», añade, «se está atentando gravemente contra un BIC y contra una propiedad municipal que hemos pagado todos los ciudadanos con nuestros impuestos como es el edificio del multicines y además todo esto está a menos de 100 metros del centro neurálgico de la zona comercial abierta de los Llanos de San Gregorio». «Tanto el Ayuntamiento como el Cabildo se aplauden por haber rehabilitado la zona comercial abierta, pero ¿qué clase de rehabilitación es esa si a menos de 100 metros encontramos esta barbaridad urbanística?», reclama el cronista. Precisamente, en diciembre, el alcalde Juan Antonio Peña y el presidente regional, Fernando Clavijo, se acercaron al multicines durante una visita institucional y allí el regidor trasladó la intención de su gobierno de reconvertir el inmueble en un centro cultural.
A esa barbaridad que define González Padrón se une el destrozo en los bordillos de las escaleras y las barandillas que separan estos dos edificios como consecuencia del uso de esos desniveles para practicar skate y realizar piruetas. La solución, esgrime el cronista, está en la instalación de cámaras de seguridad que persuadan a los infractores.
En 2020, Turismo de Canarias otorgó una subvención de 340.000 euros al Ayuntamiento de Telde para la rehabilitación del molino, tanto el inmueble como la maquinaria. Luego lo cedió al Círculo Cultural. «Esa asociación mantiene su interior limpio, lo ha mejorado y se preocupa por que todo esté en orden, pero sus integrantes no pueden hacer nada si hay un pasotismo de las autoridades a todos los niveles», destaca el cronista, «es de justicia decir que el Círculo Cultural hace lo que puede, pero no puede poner cámaras ni vigilarle la calle al Ayuntamiento».
El molino data de mediados del siglo XIX, aunque hay indicios de que en el lugar hubo otro anterior al actual sobre los siglos XVI-XVII. El Molino del Conde fue construido por el cuarto conde de la Vega Grande de Guadalupe, Agustín del Castillo de Bethencourt, aprovechando el gran caudal de agua que entraba en la ciudad a través de la Acequia Real. Tiene la peculiaridad de que es el único molino en Telde que tiene una doble piedra para la molienda del millo, lo que lo convirtió en el molino más productivo de la comarca sur de Gran Canaria. Estuvo operativo hasta mitad de los años 80 del siglo XX.
Alrededor del molino, el conde construyó un edificio que destinó a vivienda del molinero; debajo albergó un taller para el mantenimiento de la maquinaria y en la planta calle tenía un dispensario donde se vendía el gofio al público. Junto a ese edificio había una zona de lavaderos que ahora están enterrados, entre otros sitios, bajo el edificio del multicines.
La Provincia-Dlp (R. Torres)
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