DENUNCIA PÚBLICA SOBRE LA DEJADEZ DEL ALCALDE DE TELDE RESPECTO A LA POLICÍA LOCAL

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Según fuentes internas a las que ha tenido acceso ONDAGUANCHE miembros de la Policía Local de Telde expresan el profundo malestar que viene arrastrando este cuerpo desde hace tiempo. Es la continuación de un problema que viene de lejos sin que intervengan ni los mandos policiales y el propio alcalde (jefe directo de la Policía Local), Juan Antonio Peña.

«No entendemos cómo el Sr. Alcalde, máximo dirigente y responsable de esta Concejalía, puede mirar para otro lado mientras las condiciones de nuestra Jefatura se deterioran día a día. Parece estar más predispuesto y preocupado por las fiestas del municipio que por atender las graves carencias que padecemos.

  • ¿Acaso no sabe el Alcalde el estado de abandono en que se encuentra su Concejalía?
  • ¿Es consciente de la cantidad de vehículos con carteles de “averiado” que se acumulan en la dependencia municipal, que parece más una exposición de coches estropeados que un parque móvil operativo?
  • ¿Sabe el Alcalde que los agentes de nueva incorporación y veteranos aún no cuentan con los equipos de protección individual (EPIs) necesarios para desempeñar sus funciones con seguridad?
  • ¿Conoce la falta de medios y recursos básicos para que los agentes puedan trabajar dignamente?
  • ¿Está al tanto de las deficiencias estructurales de las instalaciones que, lejos de mejorar, empeoran cada día?
  • ¿Sabe el Alcalde que se adeudan pagos por horas extras realizadas por los agentes debido al déficit de plantilla y que estos no han sido abonados a día de hoy?.
  • ¿Sabe el Alcalde que no se cumplen las ratios de policía para el municipio de Telde? ¿Piensa hacer algo al respecto?
  • ¿Sabe el Alcalde que de lo anteriormente mencionado se incumplen innumerables normativas?

La respuesta es contundente: LO SABE.

Desde la Policía Local queremos expresar nuestra preocupación ante las prioridades demostradas por el Ayuntamiento, y en particular por el Sr. Alcalde, en relación con nuestra Jefatura. Recientemente, se llevó a cabo un acto público para el cambio del patrón de la Policía Local, evento que supuso un gasto para las arcas municipales y que, a nuestro juicio, resulta innecesario y poco oportuno dado el estado actual de abandono en nuestras instalaciones y recursos.

Nos preguntamos si esta ceremonia fue una indirecta para que los agentes nos encomendemos al Santo Cristo de Telde Bendito, esperando un milagro que resuelva las graves deficiencias que padecemos: falta de equipos de protección individual, vehículos averiados, retrasos en el pago de horas extras, y unas instalaciones que no reúnen las condiciones adecuadas para desempeñar nuestra labor con seguridad y eficacia.

Mientras se destinan recursos a actos simbólicos, seguimos enfrentándonos a la falta de apoyo y atención a nuestras verdaderas necesidades.

Nos preguntamos qué hay detrás del insistente interés de cierta persona que parece creer que la solución a nuestros problemas pasa únicamente por la convocatoria acelerada de plazas de mando. ¿Acaso alguien piensa que al ascender un agente a una categoría superior se multiplicará automáticamente la plantilla?

Nos resulta llamativo tanta insistencia en sacar plazas de mandos, cuando hay problemas mucho más graves y urgentes que requieren atención inmediata, como la falta de recursos, equipos, vehículos y el abandono de nuestras instalaciones.

¿A qué responde realmente esta premura? ¿Por qué no se enfocan los esfuerzos en resolver primero las carencias que afectan a todos los agentes y al funcionamiento diario de la Jefatura?

Parece que para algunos lo urgente es sacar plazas de mando, y lo esencial—tener medios para trabajar— se queda en segundo plano, esperando a que ocurra un milagro.

En las dependencias policiales, los coches con el cartel de ‘Averiado’ ya no solo son vehículos, ¡son piezas de museo! Algunos tienen tanta antigüedad que deberían estar en un catálogo de clásicos. Mientras tanto, ellos siguen ahí, acumulando polvo y recuerdos…

Porque, claro, ¿para qué presumir de coches nuevos y eficientes cuando puedes mostrar reliquias que parecen sacadas del baúl de los recuerdos? Total, nada dice ‘modernidad’ como un museo rodante lleno de polvo y achaques. ¡Eso sí que es gobernar con estilo!”

“Y si hablamos de las instalaciones, ahí sí que la modernidad brilla por su ausencia: filtraciones que podrían ser cascadas interiores, ventanas de madera que parecen sacadas de la época de la colonia, y cables enredados como decoración. Es como si quisieran que los policías entren en modo supervivencia. Entre esos coches ‘históricos’ y esta infraestructura vintage, más que una Jefatura parece un set de película postapocalíptica. Pero bueno, ¡al menos el estilo retro lo tienen dominado!”

“Y sobre el olor en los vestuarios… bueno, eso ya es otra obra maestra de la ‘modernidad’. Un cóctel aromático, humedad extrema y abandono que te da la bienvenida antes de que abras la puerta. Entrar ahí no es para valientes, es para sobrevivientes; un auténtico desafío olfativo que haría salir corriendo hasta al más aguerrido. Vamos, que el ‘aire fresco’ allí es tan inexistente como los coches en buen estado.”

Y qué decir del frío en invierno en esa jefatura… con las corrientes de aire que entran por todos lados, uno no sabe si está en una dependencia policial o en una heladería gratis. Con tanto frío, lo único que falta es que en vez de esposas, entreguen mantas térmicas. Eso sí, la ‘modernidad’ también se siente en cada ráfaga helada que atraviesa las paredes.”

“Y las luminarias, ¿cumplen con todas las normativas? Pues claro, cumplen la única norma que parece importar: que apenas iluminen para que nadie vea bien nada. Entre luces parpadeantes y zonas más oscuras que un misterio sin resolver, la jefatura parece un escenario perfecto para una película de terror Modernidad, nivel ‘caverna prehistórica’.

Y las impresoras y los ordenadores… auténticos genios del sabotaje tecnológico. Como te descuides, te imprimen el informe cuando ya cerraste el turno, o se reinician justo en el momento clave para que pierdas todo lo que estabas haciendo. Son tan ‘modernos’ que parecen tener voluntad propia: impresoras noctámbulas y ordenadores con complejo de diva que deciden cuándo trabajar. Con esta tecnología, trabajar es un deporte extremo.”

¿Y cuando se caen las líneas de teléfono?

 Porque sí, también pasa. De pronto, las líneas se caen, y nos quedamos incomunicados. ¿Cómo se atienden entonces las llamadas de emergencia? ¿Por señales de humo? ¿Mensajes en botella? ¿O tal vez con paloma mensajera, que al menos no necesita cobertura? Lo más preocupante es que esto no es ciencia ficción: es la realidad de una jefatura que sigue funcionando con medios del siglo pasado, mientras se espera de nosotros un servicio del siglo XXI.

¿Y qué hacemos con la cobertura de las emisoras?

Porque claro, a veces no es que no escuchemos… es que simplemente no hay cobertura. Las emisoras se quedan mudas justo cuando más se necesitan. Y si eso fuera poco, muchos de los pocos coches que aún están operativos ni siquiera tienen emisora funcional. ¿Cómo coordinamos entonces los servicios? ¿A gritos por la ventanilla? ¿Con bengalas desde el techo del patrullero? Es inaceptable que en pleno 2025 sigamos trabajando sin un sistema básico de comunicación en condiciones. La seguridad no se puede garantizar si ni siquiera podemos comunicarnos entre nosotros.

Y ya, por si faltaba algo…

 Al paso que vamos, lo próximo será tener que traer una garrafa con gasolina desde casa. Porque viendo cómo están las cosas, no sería raro que un día se acabe el contrato de suministro —si es que realmente lo hay— y nos quedemos patrullando a pie, empujando el coche o haciendo turnos para soplar al depósito. Total, ya estamos acostumbrados a improvisar.

¿Y las grúas para cuándo?

Porque claro, dicen que “ya hay un contrato firmado”, pero con una cantidad tan ridícula que más parece una propina que una inversión seria. Para una ciudad como Telde, eso es prácticamente simbólico, sobre todo teniendo en cuenta la enorme cantidad de vehículos abandonados que hay por todas partes. Da la sensación de que las grúas van a trabajar una vez al mes… y solo si no llueve. Mientras tanto, seguimos viendo cómo los coches abandonados se oxidan tranquilos, haciendo turismo urbano por años sin que nadie los toque. Un servicio más que, como tantos otros, existe solo en el papel.

¿Y qué pasa cuando un vecino llama porque hay un vehículo bloqueando su vado?

Pues lo que pasa es que empieza el espectáculo. Primero se le dice que “ya se ha multado”, luego que “la grúa está avisada eso si hay grúa”, y finalmente… silencio absoluto. El coche sigue ahí como si fuera parte del mobiliario urbano, y el vecino, resignado, termina saliendo por la acera de atrás o aprendiendo telequinesis. Porque claro, con el gran contrato de grúas que se ha firmado —que parece más bien una broma que un servicio—, esperar que retiren un coche mal estacionado es casi como pedir un milagro. Al final, lo que se mueve menos que los coches abandonados, es la voluntad de solucionarlo.

¿Y qué pasa con la planificación de eventos? ¿De verdad piensan que los agentes se pueden teletransportar?

Porque no hay otra explicación. Varias verbenas o procesiones o romerías a la vez, en distintos barrios, en las puntas opuestas del municipio, y aun así se espera que estemos en todas… al mismo tiempo. ¡Magia pura! O eso, o alguien cree que llevamos capa y poderes sobrenaturales. La realidad es que, con los efectivos actuales, cubrir tanta actividad simultánea es simplemente imposible. Pero eso sí, cuando algo falla, la culpa siempre es de los agentes, nunca de quienes planifican sin contar con los recursos reales. A este paso, lo próximo será pedirnos que patrullemos por videollamada.

Y si a eso le sumamos los servicios diarios…

Ruidos, alteraciones del orden, accidentes de tráfico, conflictos vecinales, requerimientos judiciales, vigilancia de zonas sensibles… la lista no termina. Pero claro, ¿con cuántos agentes pretenden que cubramos todo eso? Con 5 o 6 policías por turno en muchas ocasiones. Sí, han leído bien. Parece que todavía hay quien piensa que con ese número se puede abarcar un municipio entero, atender cada emergencia, estar en cada punto conflictivo y, además, hacerlo con eficacia y una sonrisa. Lo único que falta es que nos pidan tocar la trompeta en la verbena mientras intervenimos en un accidente. A este ritmo, no necesitamos refuerzos: necesitamos un milagro.

Y lo más grave de todo…

Todo esto está ocurriendo en esta Jefatura, día tras día, sin que nadie haga nada por solventarlo. Las carencias son conocidas, los reclamos se han hecho, las necesidades están más que expuestas… y, sin embargo, las soluciones nunca llegan. Se actúa como si no pasara nada, como si todo estuviera bajo control. Pero no lo está. Solo esperamos que nunca ocurra nada realmente grave, porque cuando llegue ese momento

—si llega— ya no valdrán excusas, ni silencios, ni promesas vacías. Entonces será tarde. Y los responsables no podrán decir que no estaban avisados.

A todo esto, ¿por qué le ponemos un tono de humor? Porque la realidad es dura: la desidia y la falta de apoyo muy grande.

La situación actual de las dependencias policiales refleja un claro abandono y falta de recursos, evidenciado en vehículos obsoletos, infraestructura deteriorada y equipamiento tecnológico inadecuado. A pesar de los múltiples reclamos realizados, no se ha recibido el apoyo necesario para mejorar estas condiciones.

Cada vez que se plantea una necesidad interna o se eleva una queja formal, la respuesta habitual es: “Estamos trabajando en ello.” Pero nosotros nos preguntamos: ¿cuánto tiempo necesitan para actuar? Les recordamos que ya han pasado dos años desde el inicio de este mandato y, hasta la fecha, no se ha concretado ninguna mejora real ni visible. La paciencia tiene un límite, y la plantilla necesita hechos, no más promesas.

Esta situación representa una falta de respeto inaceptable para con la plantilla policial. Seguimos reclamando con firmeza que, en estas condiciones, no es posible desempeñar nuestro trabajo de manera correcta y eficaz. Exigimos atención real y soluciones concretas para garantizar un servicio de calidad y un entorno laboral digno.”

Y para quien lo lea desde fuera…

Muchos ciudadanos pensarán que todo esto es una fábula, una exageración o una historia inventada para llamar la atención. Pero no lo es. Esta es la realidad que vivimos a diario en esta jefatura. Una realidad que arrastramos desde hace demasiado tiempo y que seguimos denunciando sin recibir soluciones. Lo que aquí se expone no es ficción: es la rutina de una plantilla que hace todo lo posible por cumplir su deber, a pesar de las condiciones indignas en las que se encuentra».

Porque sin policía no hay seguridad, y sin dignidad no hay servicio público.

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