En un mundo cada vez más consciente de los desafíos sociales y ambientales, las grandes empresas se han apresurado a incorporar a su discurso referencias a la sostenibilidad, la economía circular y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Pero ¿qué sucede cuando ese discurso choca con la realidad de sus actuaciones? ¿Qué ocurre cuando los ODS se convierten en una herramienta de marketing vacía, sin compromiso real con el entorno ni con las personas? El caso del Grupo Félix Santiago Melián (FSM) y su proyecto de planta de biogás en La Atalaya, un barrio del municipio de Santa María de Guía (Gran Canaria), ofrece un ejemplo claro y preocupante.
FSM se presenta en su página web y en su Estado de Información No Financiera (EINF) como una empresa comprometida con los ODS, alineada con los principios de sostenibilidad, participación ciudadana y respeto al entorno. A primera vista, podría parecer una de esas compañías que hacen las cosas bien. Sin embargo, basta mirar lo que ocurre en La Atalaya para comprobar que esas promesas, lejos de materializarse, se contradicen frontalmente con la realidad.
Una planta de biogás a menos de 500 metros del barrio
El proyecto, ya autorizado ambientalmente, consiste en una planta que tratará más de 74 toneladas diarias de residuos orgánicos: estiércol vacuno, restos agrícolas, podas y otros residuos biodegradables. Hasta ahí, podría parecer una apuesta razonable por la valorización energética de residuos. Pero el problema no está en el “qué”, sino en el “dónde” y el “cómo”.
La planta se ubicará a escasos metros de viviendas, del colegio del barrio, de la residencia de mayores y de espacios deportivos. El transporte de residuos implicará un flujo constante de camiones pesados que atravesarán el corazón de La Atalaya. Y todo esto, sin que el vecindario haya sido debidamente informado ni consultado durante la tramitación del proyecto.
Desde hace semanas, los veciGrunos se están organizando a través de la Plataforma Stop Planta de Biogás en La Atalaya, un movimiento vecinal que ha logrado documentar con detalle las múltiples contradicciones entre el discurso público de FSM y los efectos reales del proyecto sobre el territorio y la comunidad. El análisis es demoledor: este proyecto vulnera de forma directa al menos cinco ODS que la empresa dice cumplir.
ODS 3 – Salud y Bienestar
FSM declara su compromiso con la salud de las personas. Pero el proyecto de La Atalaya lo desmiente punto por punto. Los estudios presentados no analizan la calidad del aire, no evalúan los efectos de la emisión de gases como el sulfuro de hidrógeno (H₂S) —conocido por su olor a huevos podridos y potencialmente tóxico— ni el amoníaco, otro gas irritante generado en la digestión anaerobia de residuos.
Tampoco se ha valorado el impacto del ruido, los olores persistentes ni la circulación de camiones pesados por zonas escolares y residenciales. ¿Cómo puede hablar FSM de salud y bienestar si instala una planta de residuos junto a donde viven, estudian y se cuidan cientos de personas?
ODS 10 – Reducción de las Desigualdades
FSM afirma trabajar por una sociedad más inclusiva. Pero este proyecto afecta de forma desproporcionada a una comunidad que no ha sido escuchada, informada ni tenida en cuenta. La empresa no ha presentado ningún análisis sobre el impacto social del proyecto, ni ha promovido procesos de participación comunitaria real.
El hecho de que se haya constituido una plataforma vecinal demuestra que las instituciones no han canalizado adecuadamente las demandas del barrio. Aquí no se ha reducido ninguna desigualdad: al contrario, se ha incrementado la brecha entre los intereses económicos de la empresa y el derecho del vecindario a decidir sobre su entorno.
ODS 11 – Ciudades y Comunidades Sostenibles
FSM dice contribuir a comunidades seguras y resilientes. Pero lo cierto es que este proyecto desprotege a un barrio que ya sufre carencias estructurales, como la falta de planificación urbana sostenible o infraestructuras adecuadas para absorber un aumento de tráfico industrial.
Los camiones que alimentarán la planta de biogás entrarán por las mismas calles que usan escolares, mayores y peatones. Las infraestructuras viales no están pensadas para soportar ese volumen de vehículos pesados. Tampoco se ha planteado ninguna medida de mitigación del impacto urbano. ¿Qué comunidad se fortalece así?
ODS 15 – Vida de Ecosistemas Terrestres
FSM proclama respeto por la biodiversidad. Pero el terreno elegido para la planta está en una zona de transición agrícola-residencial, con valores paisajísticos y biológicos que no han sido considerados. Las medidas propuestas para proteger la fauna son mínimas y el estudio no refleja una voluntad de restauración ambiental. El criterio real para la ubicación parece haber sido la cercanía de la finca propiedad de la empresa y su bajo coste, no su idoneidad ambiental.
ODS 16 – Paz, Justicia e Instituciones Sólidas
Aquí la contradicción es clamorosa. FSM se alinea con la transparencia y la participación democrática, pero el procedimiento seguido para este proyecto ha sido opaco y formalista. La exposición pública se limitó a trámites administrativos, publicados en tablones y boletines oficiales, sin ningún tipo de difusión activa en el barrio afectado. No se convocó a la ciudadanía. No se promovió un diálogo abierto. No se respetó el principio de participación efectiva.
El resultado es que la ciudadanía se ve obligada a organizarse por su cuenta para defender su derecho a un entorno saludable, mientras la empresa habla de sostenibilidad desde su página web.
Un greenwashing con nombre y apellidos
Este caso es un ejemplo de libro de lo que se conoce como greenwashing, es decir, el uso de un discurso verde para blanquear proyectos que, en la práctica, son profundamente insostenibles. Y cuando se invoca también el bienestar social y la participación sin practicarla, estamos ante un caso de socialwashing.
El Grupo FSM utiliza los ODS como una vitrina publicitaria, pero los ignora sistemáticamente cuando chocan con sus intereses económicos. El lenguaje de la sostenibilidad
se ha convertido, en este caso, en una herramienta para justificar la expansión de una actividad industrial que nadie quiere tener al lado de su casa.
La ciudadanía responde
La Atalaya no se ha quedado callada. La Plataforma Stop Planta Biogás La Atalaya ha demostrado que la ciudadanía sabe organizarse, sabe argumentar y sabe defender su dignidad. No se oponen al biogás como alternativa energética, se oponen a que se imponga un proyecto mal ubicado, mal informado y mal justificado.
Lo que está en juego aquí no es solo una planta de residuos. Es el modelo de desarrollo que queremos. ¿Va a ser uno donde las empresas deciden desde arriba lo que es bueno para nosotros, o uno donde la ciudadanía participa activamente en el diseño de su futuro?
La sostenibilidad no puede ser un lema vacío. Debe empezar por lo más básico: escuchar a la gente, respetar su entorno y no sacrificar barrios enteros en nombre del negocio verde.
Cosme Vega Reyes. Presidente de la Plataforma Stop Planta de Biogás en La Atalaya. Experto en Responsabilidad Social Corporativa
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