El agua hace de las suyas un año más en el Lomo Magullo

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Desde que las campanas sonaron en la iglesia de Lomo Magullo a las doce en punto del medio día y un volador dio comienzo a la Fiesta de la Traída del Agua en el pueblo teldense, los grifos se abrieron y la ropa seca pasó a ser un recuerdo. Al ritmo de la Banda de Agaete, tradición y modernidad se mezclaron con tallas de barro hechas a mano y pistolas de plástico con el mismo fin: mojar a todo el que se pase por delante. «Estás tú muy seca, ¿no, mi niña?», advirtió Adrián Ojeda a una joven que intentó escaparse del chapuzón sin éxito.

Las armas de plástico están muy bien, pero nada como los baldes de toda la vida, «que permiten coger más agua». Si no, que se lo digan a Ojeda y sus amigos que se plantaron como barrera para evitar que nadie entrara seco al pueblo. «La Banda va por el otro lado con la gente y para el que se intenta escapar, aquí estamos nosotros», asegura el grupo con toda la gracia del mundo sin parar de coger agua y mojar a diestro y siniestro.

A lo lejos, la música comenzaba a escucharse cada vez más cerca y la multitud (empapada por completo) subió por una larga cuesta, después de hacer el recorrido habitual antes de llegar al colegio del pueblo, sin parar de bailar excepto para coger agua de la acequia. Mayores, jóvenes y niños conviviendo y sonriendo a cada paso, porque si algo hubo hoy en Lomo Magullo, además de sol y una brisa digna de agradecer, fue felicidad en cada esquina.

Algunos vestidos de típicos canarios con cachorro incluido para evitar el calor, mujeres con tallas en la cabeza y otros con camisetas que anunciaban el festejo. Fuera como fuese, la alegría durante la jornada se hizo notar y los que repiten cada año agradecieron la participación de menos gente en esta edición, «porque se puede disfrutar mejor», apunta José Luis Bosa, «de toda la vida del barrio».

El vecino, de 65 años, cuenta que nació en una casa de la calle Padre Collado, en el mismo pueblo, y recuerda cuando comenzó con 12 años a ir a buscar agua a la acequia por la noche «dando hasta diez viajes al día«. Con sonrisa siempre presente, llamaba la atención por tener colgado en sus hombros un artilugio de antaño preparado para traer y llevar agua «de la acequia al bidón de casa».

Las cosas han cambiado, pero la tradición se muestra inmortal en esta zona del municipio teldense y, un año más, el agua ha hecho de las suyas. Tanto ha sido así que el pueblo entero se vio sumergido en litros del líquido y envuelto en kilos de diversión.

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La Provincia-Dlp

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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