«El adiós más triste de López Aguilar»

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Los acontecimientos han desenvuelto el celofán ideológico y la frialdad racional que cubría al político canario y lo ha convertido en un mortal, en un atormentado acusado de una de las mayores vilezas que destrozan la hombría. De un hombre de su categoría intelectual yo esperaba la retirada silenciosa, pero ha optado por su defensa con las mismas armas con las que se siente atacado, la intimidad, y con el mismo cariz que cualquier acusado de malos tratos, convertirse en víctima de la víctima. Como si de una guerra política se tratara, Aguilar se ha despachado contra su ex mujer acusándola de querer arruinar su carrera política con denuncias falsas, de no aceptar las condiciones del divorcio, de una venganza tramada por parte de la familia de Natalia de la Nuez, de su estado de embriaguez a de su incapacidad para atender a sus hijos.

Triste final para una dilatada vida política. Nunca pudo imaginar el eurodiputado un cierre tan escabroso. Te puedes ir de la política de mil maneras, todas buenas o todas malas, pero marcharte por malos tratos es el peor de los escenarios, sí ,además, eres tú el autor intelectual y material de una ley que cae como una losa sobre la carrera del eurodiputado. El PSOE y Aguilar colaboraron en crear la cultura de la culpabilidad sin pruebas en los asuntos de malos tratos para satisfacer una demanda ideológica de parte de su electorado. Una auténtica cacicada intelectual plasmada en una ley que ha hecho demasiado daño a demasiada gente y que ha sido aprovechada torticeramente por desarmadas sin alma y vengadoras, condiciones que no sólo atesoran los maltratadores. Eso es lo que hoy dice Aguilar de su ex mujer, que inventa los malos tratos para vengarse del divorcio que él mismo instó para rehacer su vida con otra persona.

En este divorcio, sometido al examen público, ha dado más muestras de grandeza su ex mujer defendiendo su figura política y personal, que el propio Aguilar acusándola de desequilibrios. En sus pródigas apariciones en medios de comunicación, otro elemento más del disparate y despropósito de este conflicto, Natalia de la Nuez ha insistido en los valores de su ex marido y no ha reconocido, en ningún momento,los malos tratos que aseguró ante el juez haber sufrido del político.

Debe ser muy duro ver cómo toda España hurga en las entrañas de tu vida privada, rebusca en tus sentimientos, somete al escrutinio tus actitudes y juzga tus comportamientos personales y la práctica de tus convicciones ideológicas en lo cotidiano. Ser sospechoso y estar a expensas de lo que puedan decidir las pruebas en un tribunal es duro, pero ser carne de cañón de los periódicos más serios del país y de los programas de cotilleo es, sin duda alguna, un inmerecido castigo para alguien que ha guardado con cierto celo su intimidad, aunque en alguna ocasión también la ha utilizado en su promoción pública, como cuando invitó a Zapatero a visitar a su mujer en el Materno, recién nacidos sus hijos, una foto que se distribuyó convenientemente en los medios de comunicación y con la que ponía de manifiesto la cercanía, complicidad e intimidad personal entre él y el presidente del Gobierno.

Me imagino que en este calvario que sufre López Aguilar desde el pasado martes, en su intenso sufrimiento  habrá aprendido algo, sobre todo humidad, la que le ha faltado durante años de militancia atacando por las cuatro esquinas a sus adversarios políticos con todo tipo de improperios, sin piedad y sin pruebas. Los canarios lo conocemos bien. Soportamos sus juicios implacables sobre políticos, periodistas y empresarios a los que condenó con el estigma de la corrupción sin pruebas.  Desde su despacho de ministro de Justicia extendió la sospecha generalizada y el miedo en Canarias con una infame estrategia que tenía peones estratégicamente colocados para garantizar sus fines. Nos convirtió a todos en zapos malvados de la ciénaga, expresión que utilizaba con mucha frecuencia para referirse a la política en Canarias. Se arrogó la superioridad moral y personó en sí mismo la honestidad y la honradez, despreciando al resto del mundo.

Quién actúa con prepotencia se labra muchos enemigos y su propio un techo de cristal. Sería muy conveniente que quien hoy tiene el poder aprenda de los errores de López Aguilar y grabe en la entrada de su casa, para leerlo cada noche cuando regresa a la intimidad, el aserto benedictino: «Recuerda que vas a morir». La humildad no es el fuerte de López Aguilar. Nunca dudaba en acercar su cara a la de su interlocutor para recriminar su vida, su opciones políticas, sus actividades o sus pensamientos. Muchos, entre los que me incluyo, recordamos con desagrado las recriminaciones, las acusaciones de pertenecer al círculo de los corruptos, de defenderlos y la imposibilidad de rehabilitación si no se optaba por él, su estrategia y sus postulados. Su dedo índice marcaba el camino del infierno y del cielo en Canarias, y muchos lo siguieron por miedo. Intimidó a muchos y amedrentó a otros tantos desde el poder. Siempre se comportó de forma desafiante con sus enemigos políticos y no dudó en acusar directamente y confundir,  intencionadamente, una detención con una acusación formal en una atmosfera de miedo y temor ante su emergente figura.

Su estrategia, y, sobre todo, su agria actitud personal, le costó muchos rencores en las Islas, además del Gobierno y el posterior exilio voluntario para evitar el banquillo de la oposición. Ganó las lecciones con su mensaje populista, muy parecido al que hoy sostiene Pablo Iglesias, pero no tenía a nadie con quien pactar. Su campaña de manos limpias y su prepotencia lo arrojó a la soledad y el escarnio. Hay que reconocerle cierta razón en sus planteamientos, pero rebasaron la prudencia y la justicia. Se lo recordó Paulino Rivero en su discurso de investidura. Allí  lo desnudó y lo empujó a la derrota. Pero Aguilar nació para ganar y no soportó la soledad del desierto en la oposición.

Siempre sostuve que la diferencia entre López Aguilar y José Manuel Soria era una delgada línea psicológica y algunos matices de forma. Sus vidas políticas y sus formas son paralelas. No quiero decir que Soria termine sus días en la política por un problema familiar, pero sí que el destino es traidor y que quien siembra cizaña no puede esperar del futuro reconocimiento.  Soria y Aguilar son el máximo exponente del mito depredador de la política canaria. Ambos están situados en lo más alto de la cadena trófica y a ambos les ha faltado humildad y bondad, esas virtudes que permiten reconocer la propia debilidad y limitaciones y que garantizan la paz interior y la reconciliación.

Tengo la tentación de muchos en Canarias, pensar que este final de López Aguilar en la política es el que él mismo escribió, el que se merecía, pero me obliga la responsabilidad y mis propias convicciones a defender su presunción de inocencia, la misma que él no respetó nunca con sus adversarios. Me incomoda enormemente juzgar cuestiones de la intimidad de otros, pero en este caso es el propio Aguilar el que me ha dado los argumentos. Los malos tratos pertenecen a la esfera pública y deben ser juzgados en ese ámbito hasta acabar con esta lacra, pero la última razón la tienen los tribunales de justicia en los que sigo confiando.

(*) Manuel Mederos en Canarias7

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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