Deshi – Iri Dr. Masaaki Hatsumi

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Los maestros son indispensables – no sólo para los guerreros. Si encuentras un mentor magnífico y entrenas de forma diligente, serás capaz de convertirte en un maravilloso guerrero, pero si sigues a un mercader marcial, es bastante cuestionable que obtengas la iluminación en las verdaderas artes marciales.

En tiempos antiguos existían dos formas de Deshi-iri: aquellos que entraban en las artes marciales en busca de un buen profesor (el tipo “buscador”), y aquellos que fueron descubiertos por un profesor cuando entrenaban en las montañas, desprevenidos (el tipo “repentino”). En cada caso, el profesor juzgaba si esta persona estaba capacitada para ser artista marcial o no.

Aquellos que pedían Deshi-iri antiguamente debían realizar, primeramente, tareas tales como cortar leña o limpiar. Debían cortar leña y limpiar seriamente desde el amanecer hasta el anochecer durante varios años. El maestro examinaba el potencial del alumno como artista marcial durante este periodo, distinguiendo si poseía una naturaleza directa y suficientes agallas para ser capaz de perseverar con las artes marciales. Entonces, recogiendo ese momento, iniciaba la siguiente etapa:

“Ven al Dôjô te daré algo de entrenamiento”.

Con el entrenamiento continuo, día a día, el alumno aprendía a apreciar a su maestro, aprendía la profundidad de su afecto y maduraba como un verdadero alumno.

Hoy día, la gente que viene y me pide que los acepte como alumnos es muy variada. Algunos son de tipo frágil, débiles, tanto de cuerpo como de mente, y desean hacerse fuertes. Algunos son de tipo intelectual, deseando fortalecer el espíritu; algunos son de espíritu combativo que simplemente quieren ser fuertes en las artes marciales, pero todos son parte de un grupo de “genios” que tienen ansias de estudiar Budô. Yo les quiero decir a todas estas personas sin reserva alguna:

“Si quieres forjar tu espíritu, entrena en la religión o algo similar – en las artes marciales aprendes técnicas superiores de asesinos. ¿Quieres fortalecer tu cuerpo? Ve a caminar, haz pesas y come un montón de verduras. ¿Qué esperas lograr siendo fuerte en las artes marciales?. No puedes ganar ningún trofeo, ¡ y tampoco puedes crear ninguna fortuna!”

Al decirles esto, observo sus reacciones. La razón es que pocas de las personas a las que se les ha permitido pasar la puerta serán capaces realmente de perseverar en el entrenamiento. Hay muy pocas personas lo suficientemente estúpidas de seguir hasta el final, continuando con sus intenciones y sin importarles lo que se dice de ellos o a ellos.

Takamatsu Sensei aceptó a un idiota – yo – como alumno recitando el siguiente poema:

“En Ten´ei Gannen (1110), soplaban los vientos marciales, Había un adepto de Koppô-jutsu,

Intrépido y galante, derrotaba bestias salvajes con un golpe, Aún normalmente tan pacífico como una flor o un bambú, Bravo en confrontación con innumerables enemigos,

¿No hay nadie que sepa a dónde fue este guerrero? Se acabó la espera, por fin ha llegado,

Desde la tierra de los Dioses viene el elegido”

Esto no es orgullo, no estoy alardeando. Las personas que no se vuelven locas sucumbirán en cualquier cosa que hagan (CF:Edward Phelps: “¡El hombre que no se equivoca normalmente no hace nada!”). Son , precisamente, estilistas que no persiguen nada más que “aparentar bien”, que dejan todo a medias y llevan vidas horribles.

¿Qué acerca de la relación entre el profesor y el alumno?. Ambos deben tener un sentimiento de respeto el uno por el otro. Al principio, cuando Takamatsu Sensei se me dirigió como “Hatsumi Sensei”, lo encontré irritante e incomprensible. Ahora, por fin, he sido consciente de este respeto mutuo, y de nuevo he bajado la cabeza por la lección.

Por otro lado, el maestro es el maestro y el alumno es sólo el alumno. Uno no debe negar las maneras y actitudes de uno, Takamatsu Sensei me enseñó cómo llevar una vida agradable. De él aprendí la vida misma.

Hay un dicho en Japón que contiene una gran verdad:

“La relación padre / hijo es una vez en la vida; la relación marido / esposa son dos; pero la relación entre maestro y alumno son tres”.

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Florentino López Castro

Florentino López Castro

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