«Cuando lo mejor del lienzo es el marco»

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La realidad social, en su extraordinaria complejidad y múltiples tensiones, es un objeto de análisis muy difícil de sintetizar y de predecir. Y, además de no responder a lo que se pretende creer de ella, esta sorprendente manifestación que es la vida en común, tampoco se reduce a lo que se plasma, a lo que se “realiza”, porque es un fenómeno histórico, es decir, distinguido por propiedades emergentes, por ir más allá de los elementos y las condiciones de partida.

Donde hay sociedad siempre surgen dinámicas imprevisibles y manifestaciones innovadoras. Sin embargo, entender este carácter inusitado de la civilización humana es algo que, a menudo, queda velado. En parte por convenciones de cariz académico como la que define de “historiadores” a quienes solo se dedican a indagar en los fósiles culturales y los restos materiales que ha dejado el trajinar de las sociedades por el tiempo. Y la que llama “historia”, a lo ocurrido en el pasado, cuando eso es solo su manifestación cristalizada. Porque “ser histórico” significa no ser evolutivo, no obedecer a un código de desarrollo. Y ser la única especie de la Tierra que se hace “históricamente” conlleva que no tengamos destino manifiesto: nos rehacemos constantemente, relacionando, de manera contingente, experiencias, inquietudes y convenciones.

Esta notabilísima condición de las sociedades humanas queda, no obstante, oculta, también,  debido a que pone en entredicho el sistema jerárquico instaurado a lo largo del mundo y el clasismo que impone. Nunca ha sido del agrado de los grupos dominantes el que el conjunto social por ellos explotados sepa que no hay ni fundamento sagrado, ni nada de natural en la perpetuación del orden que han establecido. Y que, muy al contrario, nuestra “realidad” consiste en que los discursos, los diseños y los artilugios, a poco que se desista en constreñirlos, no dejan de variar y de reinventarse. La creatividad es nuestro auténtico sino.

En estos privilegiados tiempos de avance en los conocimientos y de su libre difusión mediática, a las élites de poder, para justificar su status, no les queda otra que echar mano de las tácticas de distracción y manipulación retórica. Sobre todo, en los periodos en que se convocan elecciones políticas. De este modo, procurando ocultar todo lo que pueda ponerles en entredicho y desprestigiando todo lo que las descubra prescindibles, intentan dar una pátina de honorabilidad a lo que no es más que su afán de rapiña crematística y de disciplinamiento represor.

Por ello, entre las élites políticas se ha normalizado el uso abusivo de las metáforas y de lo que en psicología se denominan “marcos mentales”: nada de entrar en prudentes razonamientos analíticos en torno a una esquiva realidad o de atender a las críticas fundadas. Todo se solventa en procurar, dando el espectáculo, crear identificaciones irracionales y en enmarcar lo realmente existente en categorías convencionales y convenientes a sus particulares intereses. De ahí, la desfachatez de múltiples declaraciones institucionales y el constante “diálogo de sordos” entre los representantes políticos.

Por eso, y sobre todo en periodos electorales, mientras unos pocos se llevan la riqueza generada socialmente, a pesar de que muchos sufren la indefensión y la precariedad más descarnadas, los oligarcas y sus ejecutivos, sin el menor pudor ni consideración, siguen contando lo que haga falta, a los cuatro vientos. Por si sigue colando.

Xavier Aparici Gisbert, filósofo y emprendedor social

http://bienvenidosapantopia.blogspot.com

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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