miércoles, 24 abril, 2024

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Consecuencias de la gripe

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Cuando pillas un trancazo gripal, conlleva soportar desde el abrigo encamado, cosas infumables, pero que, dentro de lo malo, lo peor y te entretienen o dicen que te entretienen, aunque en realidad se estén riendo de ti descaradamente. El resultado ha sido el siguiente.

El formato es un clásico de la tv, más viejo que el testamento de Noe y que te repiten programas tras programas, para volver a empezar por si no te habías enterado.  Siempre con el reto entre hermanos y las idas y venidas que tienen las reformas y las ventas de las casas. Pero está lleno de clichés y de situaciones que seguro que has visto pero no te has parado a pensar.

La casa de mis sueños es el de los gemelos que venden una casa y luego la arreglan. Lo primero que sorprende es que aparecen matrimonios de 30 años que sueltan «solo tenemos 700.000 dólares en el banco». ¿Pero cómo que 700.000, hijos de puta?, ¿Tu sabes cuantos euros son 700.000 dólares?, unos 600.000 euros o lo que es lo mismo, 100 millones de pesetas. Que yo llevo trabajando toda la vida y en el banco tengo 700 ó 1.000 €.

¿De dónde coño ahorra una pareja toda esa pasta? ¿Qué son traficantes? ¿Sicarios? Eso así, nada más empezar. Total, que los hermanos les llevan a un pedazo de casa que te cagas. Y el matrimonio flipa y dicen que se la quedan y entonces uno de los gemelos le dice: Pues vale 2 millones de dólares. Os jodéis.

Yo soy la pareja y les rompo las piernas. A ver, que he pedido el día libre en la oficina para que vengas a reírte en mi cara. Seguro que el último episodio acaba con los gemelos en el fondo de una piscina. Los gemelos. Esa es otra. Son dos: uno con traje y chaleco y todo repeinado, y otro de obrero de la construcción, pero de peli porno de tirarte al albañil. El primero es el típico que te conquista con flores, y el otro te empotra sobre la isla de la cocina según te ve.

El gemelo formal aparece al principio y dice que tendrá que negociar el precio y luego dice que lo ha conseguido y ya no aparece en todo el programa hasta que al final sale poniendo recto un cuadro. Ahí el que se lo curra de verdad es el manitas, el otro no hace ni el huevo. Ahí yo veo un conflicto que acabará muy mal porque el formal no puede cobrar lo mismo.

La pareja compra la casa y en cinco minutos ya la están tirando abajo. Ahí ni papeles ni nada, que lo de que el matrimonio se dedique a la droga y lo hagan todo en plan trapas es muy posible. Les hacen unos bocetos de la casa con muebles que aparecen volando que piensas si se lo ha diseñado Mary Poppins o el del autocad iba fino de pastillas. Y el matrimonio flipa.

Hasta que el albañil les dice que ha encontrado una viga o una tubería o amianto y se les dispara el presupuesto 6.000 dólares. Que es para decirle: ¿Pero hijo de puta, no has mirado los planos? Que se supone que te dedicas a esto, cacho cabrón. Entonces viene lo mejor: todos los matrimonios están obsesionados con tener una cocina abierta, que le va a oler la casa a fritanga a los diez minutos, y quieren una chimenea, pero una de gas, o sea de hacer bonito. Que cortar leña es un coñazo.

Bien pues les dicen que hay una derrama del copón y dicen que quieren su chimenea y su cocina abierta. Y no hay quien les quite la perra con la isla y la chimenea.  Total, que el guapo les dice que el truco es pillar un mazo y liarse a hostias para tirar tabiques y así ahorran. ¿Me estás diciendo que tirar un tabique de corchopán me ahorra 6.000 dólares? Venga coño. Aquí hay tongo. El gemelo albañil se lo está llevando crudo y el otro del traje no se ha coscado.

Luego cuando parece que va todo bien el albañil dice que las vigas están en mal estado por culpa de una humedad o de un cable pelado que les iba a incendiar la casa. Da igual la casa que sea, las vigas están en mal estado, hay que poner una en medio del salón y punto pelota. El gemelo tiene un negocio de vigas, de chimeneas y de islas de cocina, eso está claro. El tío cobra comisiones por veinte sitios.

Total, que el matrimonio traga porque debe ser que tienen una impresora de hacer billetes en el sótano. A mí me viene el fontanero y me dice que hay una avería de 8.000 € que le tengo que pagar y le doy las llaves del piso y me voy a vivir con Bentejui o con Aristide y sacrificándome mucho, hasta con Martel, por eso de que siempre está de fiesta.

El matrimonio traga y la chimenea y la isla que por sus cojones hay que ponerla así tengan que dormir en el suelo. Y el albañil venga a sacarles pasta: que si el grifo, la lampara… la de Dios. Cuando ves que aquello no avanza y quedan dos días para entrar a vivir, de pronto aparece el gemelo formal colocando un muffin verde o un cuadro torcido y diciendo «están a punto de llegar». Yo creo que eso lo grabaron una vez y lo repiten desde entonces.

Entonces llega el matrimonio vestido como para una boda, abren la puerta y aquello parece una peli porno. Solo dicen «Oh, es enorme». «Oh Dios mío». «Oh, madre mía». «Oh, me encanta» «Oh, es maravilloso». Así diez minutos. En la cocina siempre les ponen un par de limones así para decorar, y como 77 cojines en el sofá.

Luego está lo de la tele que es para echarles a comer aparte. Siempre la ponen encima de la chimenea, a 4 metros del suelo. O sea, si la ponen más arriba la pegan al techo. Imagino a todos los matrimonios con las cervicales hechas un siete. Y al final la familia llora, se abraza y abraza a los gemelos como si les hubieran hecho un favor, después de haberles metido de lleno en la ruina absoluta por el resto de sus días.

Doramas

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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