«Brito se va, el incendio continúa»

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La polémica salida del Cabildo de Gran Canaria del consejero y vicepresidente Juan Manuel Brito, forzado a entregar su cabeza para salvar el pellejo a Antonio Morales, ha sido sólo un episodio más del deplorable culebrón que se vive en la Casa Palacio desde antes incluso de arrancar el mandato, con peleas internas, tensiones e intrigas palaciegas que han ido socavando hasta límites insospechados la imagen de la Institución y la estabilidad política de un (des)gobierno superado por los acontecimientos y ajeno por completo a los problemas que de verdad preocupan a los grancanarios.

Por desgracia para los ciudadanos de esta Isla, el penúltimo acto de este grotesco sainete no ha puesto fin a la grave crisis política e institucional que mantiene en la más absoluta parálisis a un gobierno ya de por sí anquilosado. La dimisión del ex consejero de Podemos tras su expulsión de la formación morada no supone más que un punto y seguido, tal y como advirtió el propio Brito el día de su adiós al augurar que los problemas de gobernabilidad en el Cabildo no se zanjarán con su inmolación, y que las heridas se mantendrán abiertas por mucho tiempo, dando pie en el futuro a nuevos sobresaltos y a un largo período de inestabilidad de consecuencias impredecibles.

El gran derrotado en estas luchas de poder entre los socios que conforman el gobierno ha sido, por tanto, el presidente Morales, incapaz de poner orden dentro del gallinero y obligado en el último momento a sacrificar a su más fiel escudero en un intento desesperado por asegurarse la  poltrona y sostener a cualquier precio un Tripartito cogido con alfileres al que cada día se le abren nuevas vías de agua.

Porque si algo quedó claro desde antes incluso de que se confirmara la expulsión de Brito de Podemos (formación con la que concurrió a las elecciones de 2015 como cabeza de lista tras unas primarias que, a tenor de lo publicado en prensa, fueron un pucherazo en toda regla) es que la única intención de Morales fue amparar contra viento y marea a un consejero tránsfuga dentro del gobierno insular, aún a costa de saltarse la norma antitransfuguismo aprobada en 2015 por el Parlamento de Canarias con el voto unánime de todas las fuerzas políticas.

La situación no dejaba apenas margen a la interpretación y obligaba al presidente a destituir de forma automática al vicepresidente segundo y consejero de Medio Ambiente, Emergencias y Participación Ciudadana de todos sus cargos y relegarlo a los No Adscritos sin derecho a sueldo, pero Morales prefirió echarse al monte (como las difuntas cabras del propio Brito) y agarrarse a estériles disquisiciones jurídicas para intentar blindar a toda costa a su aventajado discípulo, cuando se trataba exclusivamente de un asunto de pura voluntad política.

Sin embargo, la fuerte presión mediática y política ejercida especialmente desde las propias filas de Nueva Canarias y PSOE acabó con Morales besando la lona y completamente noqueado en su pulso con la dirección regional de la formación morada, que desde un primer momento amenazó con dinamitar el pacto de gobierno en el Cabildo si el presidente persistía en su empecinamiento y no le entregaba la cabeza de Brito en bandeja de plata.

De no ser por lo grave de la situación, podríamos decir que hemos asistido a una ópera bufa de la que podríamos extraer varias conclusiones. La primera es la extrema debilidad de Antonio Morales como presidente del Cabildo, cuya imagen ha quedado seriamente dañada por su manifiesta incapacidad para garantizar la necesaria estabilidad en la Institución insular. Y, en segundo lugar, que el Tripartito se ha pasado casi 20 meses distraído con conspiraciones y conflictos internos que poco o nada tienen que ver con el interés general de los grancanarios.

Brito se va pero el incendio continúa. Las consecuencias las seguiremos pagando todos los ciudadanos. Debe ser que el cambio era esto.

Felipe Afonso El Jaber, portavoz del Grupo Popular en el Cabildo de Gran Canaria

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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