«¿Sociedad de castigo?»

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Parece que el desarrollo del castigo como forma de comportamiento y enseñanza es cada vez más evidente. En un momento pensé que se había abolido especialmente de ciertas áreas de nuestras convivencias sociales; luego consideré que no es posible hacer desaparecer algo tan injerto en la condición humana.

Si lo hacemos mal, ¡castigo!, si lo hacemos medio bien ¡castigo!, si lo hacemos bien ¡castigo!, si lo hacemos muy bien ¡castigo!, y si simplemente lo hacemos ¡castigo!

Estos condicionamientos tan feudales se abrazan a la condición humana muchas veces fomentados desde lo sutil por la educación en todos sus ámbitos, la religión, tendencias ideológicas, los colectivos con un mismo fin, la impotencia personal, etc…

Clément Rosset en su libro “el lugar del paraíso” escribe: “lo mesurado lo dicta la razón. Lo que no lo es lo dicta la situación, o la desmesura, que los griegos designaban como hibris. La hibris es un pasión tan universal como griega, por más que los griegos denominasen así, para criticarla, a una pasión que parece referirse a los hombres desde el principio de los tiempos. La hibris es para los griegos una locura consistente en ir, o querer ir, más lejos del ámbito de lo posible”

Justo en la expresión de “una locura en ir, o querer ir, más lejos del ámbito de lo posible” me quiero centrar.

Me encantaría hacer una reflexión simple, básica y solaz sobre el ir más del más allá. Esta expresión proviene de la traducción del Maka hannya

Castigar es algo muy propio del ser humano, se puede castigar mediante la acción y también mediante “la no acción”.  Se castiga mediante la palabra y también el silencio. Se castiga mediante la exclusión también mediante el ninguneo. Existen infinitas formas igual que   quien se dedica a la tortura, existen miles de formas.  Una gran mayoría de las ocasiones la realizamos, incluso, de forma inconsciente ya que proviene de patrones aprendidos y heredados que no nos corresponden y los aplicamos pensando y creyendo que    funcionarán si o si y que no hay otra alternativa.

Antes de llegar al castigo podríamos hacer una reflexión sobre nuestra forma de ejercer la acción, sobre nuestra de manera de pensar al respecto y sobre lo que sentimos en nuestro interior cuando pensamos en ella y en quien vamos a someter a la misma.

Preguntarnos si castigamos por predisposición a ella; por haber sido victima de ella durante nuestra vida, por rabia, odio, impotencia y sobre si el castigo es realmente una solución real a la situación y que tipo de daños colaterales puede acarrear.

Traer al presente, al momento y sobre papel la situación, nos puede ayudar a canalizar lo que está ocurriendo y liberarnos de conductas aprendidas a base de condicionamientos que flaco favor hace a nadie.

Practicar la comunicación y salir de los convencionalismos con valentía es un buen ejercicio de madurez. Convertirnos en dueños de nuestras acciones si aún no podemos de nuestros pensamientos es un acto de heroicidad que tanto necesitamos en estos momentos.

No es necesario “castigar “absolutamente todo y menos siempre incluso a nosotros mismos.

Es cierto que no siempre no se puede “no castigar” para poder sobrevivir. Se dice que la seducción y hablo también de la auto seducción juega la intuición de lo que en el otro permanece eternamente secreto para él mismo, sobre lo que jamás sabré de él y que, sin embargo, me atrae bajo el sello del secreto.

En el libro “Bushido: el alma de Japón” escrito por Inazo Nitobe en el capítulo IV hace referencia al valor, el espíritu de la audacia y la perseverancia. Se refiere al valor como una virtud que se apreciaba en situaciones prácticas y aquí me traslado a “cuando nos encontremos ante una situación en la que vayamos a aplicar castigo tengamos el valor de reflexionar y salir de la predisposición a ejercerlo “.

Confucio define el valor como resultado de la no existencia, y afirma: “saber lo que es justo y no actuar en consecuencia, es ausencia de valor”.

Entonces los valores como la valentía, la constancia, el control de las emociones y el coraje son elementos de gran importancia para dejar de emitir señales repetitivas convencionalistas y discernir por nosotros mismos con el sentir interno el amor por los seres vivos. Obviamente hay excepciones en las que en este texto no me voy a detener.

Es sencillo ver las cosas en su naturaleza simple, es decir sin hacer dramas ni magnificar evitando ideas fijas y preconcebidas. Es agradable meditar sobre la condición humana de la vida,  la belleza,  la armonía,  la tranquilidad y también otras situaciones no tan “hermosas! que apreciamos cada día.

Somos humanos y saltamos como los grillos cantando nuestros momentos de desquicio ya que estamos avanzando, que bien diferente es tener una conducta agresivamente violenta de forma constante.

Propongo autorreflexión sin caer en el ahogamiento, el desarrollo de la benevolencia y la esperanza.

¡Feliz día sin castigo!

Pedro Fleitas González

 

 

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