«Oprimir la palabra, asfixiando el alma»

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La palabra es demasiado importante como para pasar de puntilla sobre ella. Es símbolo de comunicación si bien existen otras formas de hacerlo. 

Ese aire que hace resonar aquellas cuerdas que dan sentido a lo que piensas y sientes hace que lo seres humanos que tienen esa opción puedan realmente comunicar sus emociones y sentimientos a otros seres humanos de forma objetiva y subjetiva al mismo tiempo. 

Acertadamente escribió Michel de Montaigne. “ la palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha”. 

Mi padre sufrió un ictus antes de fallecer que hizo una ablación de su posibilidad de hablar. Recuerdo aquellas miradas profundas en aquellos días del 2018. Querer y no poder emitir sonido. Imposible de olvidar y además irresponsable por mi parte si no aprendí la lección. 

Desde aquel día me prometí que no dejaría de decir lo que tengo que decir, que no dejaría de transmitir a través del verbo, a través del sonido lo que es importante decir y lo que es prioritario decir. De repente en segundos se puede perder esa capacidad y nunca más poder decir lo que tuviste que decir. 

La comunicación es tan importante. Y si aún es controvertida por si misma ya que puede generar múltiples interpretaciones me parece “cobarde” callar lo que se tiene que decir.  

Es tan bella imagen observar a dos personas que intercambian sus palabras como si fueran abrazos con sonido. Como mantienen el aire de forma pausada cuando hacen un silencio.  

Ese aroma cálido de una conversación que une a seres humanos aun tengan diferencias en sus creencias. Es arte en acción y debería ser practicado como buen hábito cada día. Un poco de charla cada día sana el alma y la colma de dones. 

Hay variadas maneras de expresar lo que deseas con el sonido susurrante. Hablar está bien, el silencio también. Ambas crean confusión mal interpretadas. Hablar libera el nudo de las inmundicias (basura y suciedad), por lo cual detoxifica limpiando nuestro “más profundo sentir”. 

Escribió Nietzche: “La palabra más soez y la carta más grosera son mejores, son más educadas que el silencio” 

Lleva a reflexión y considero enaltecer en estas líneas la palabra como forma de acaricia del alma apreciando su valor y respetando a aquellas personas que no pueden ejecutarla por barreras fisiológicas y por barreras psicológicas, estas últimas ubicadas dentro del espacio del cambio si “se entrena” ya que la charla ubicada es sanadora y es sanación. 

Pedro Fleitas González

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