¿A quién no le gusta los mimos?

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A la gran mayoría de los seres humanos les encantan las caricias, los mimos y los cuidados. Frans de Waal dice: “los animales ríen y besan como los humanos. Ha llegado el momento de aceptar que son más inteligentes (y parecidos a nosotros) de lo que se creía.”

Hay que premiarse a uno mismo muy de vez en cuando, mimarse con esos detalles que solo uno conoce que te producen un bienestar y una sensación de plenitud y que derivan de forma inexorable en salud. Uno de esos premios puede ser dejarte mimar por otros, aceptar sus sonrisas como regalos, sus palmadas en las espaldas como cuidados y su silencio como caricias.

Al igual que Alexander Lowen hacía con sus pacientes, en muchas ocasiones les pido que toquen mi cara o mi brazo. Quiero sentir que me quieren decir sin palabras, donde están sus tensiones y sus resistencias sabiendo la resistencia genera persistencia. Hay todo tipo de reacciones. Algunas de sorpresa, otras de simpleza y algunas sin definiciones apropiadas.

Cuando siento el toque del paciente, observo donde está su jaula, cuando me tocan como a un bebé, cuando su toque es rígido, cuando es temeroso, cuando es frío o cuando es cálido.

Siento si hay timidez, o extroversión, miedo, temor, enfado, angustia, ansiedad e incluso una excesiva reflexión buscando una lógica y también obviamente quien prefiere no hacerlo.

En la consulta soy yo el que “mimo” al paciente colocando mis manos o bien un objeto como una aguja de acupuntura acompañada de una mano y una intención y durante todo este proceso intento “mostrar” al paciente que también se puede mimar a sí mismo, cuidarse y acariciar su corazón y alma sin temor, que no es nada vanidoso, ni pecaminoso, que es humano.

Y de ahí surge una conversación entre nosotros, pero también entre el interior y exterior del paciente.

Un mundo nuevo de sensaciones re-aparece.

PedroFleitasGonzález

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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