miércoles, 24 abril, 2024

desde 1990

«A aquellas madres…»

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A aquellas  madres de antaño, a la mía,  a la suya…  A aquellas madres  enjalmadas con el peso de la cultura machista y opresiva de la dictadura de post guerra.

A aquellas madres, a aquellas mujeres que, a pesar de estar injustamente condenadas al ostracismo social, cultural, legal y económico, comprendieron que la forma más efectiva de conseguir la libertad de sus hijos era el conocimiento, la educación.

Aquellas madres, a aquellas mujeres, para las que la igualdad de género era algo impensable, una utopía. Aquellas madres que, en silenciosa rebeldía, supieron dotar a sus hijos con el arma más poderosa para luchar contra la opresión y las desigualdades sociales: la cultura. La cultura que fomenta la crítica reflexiva y se aleja de los adoctrinamientos irracionales y extremistas.

Sí, carajo, a aquellas mujeres, a aquellas madres que, «domadas» en la Sección Femenina -fundada por la nefasta Pilar Primo de Rivera y Sáenz de Heredia-, tenían como profesión «su labores». Pero que fueron capaces de inculcarles a sus hijos e hijas el interés por la formación académica universitaria, hasta conseguir  llenar los campus de jóvenes que, por su «clase social», tenían vetado el acceso a las universidades.

A aquellas madres, a aquellas mujeres, que sufrieron vejaciones y maltrato. Pero que, aún así, supieron resistir con coraje y  valentía, pues sabían que ellas ganarían la definitiva, la última batalla.

 A aquellas madres, a aquellas mujeres, encadenadas -tuteladas- primero a sus padres, y después a sus esposos. Pero que mantuvieron la fe en un futuro en el que las desigualdades sociales, y de género, solo quedarían reflejadas en  uno de los  capítulos más tristes y vergonzosos de la historia de este País.

A mi madre, que el próximo día 22 de diciembre hará 8 años que se fue,  y a todas las madres valientes -también a la suya-  que ya no están entre nosotros:

A tu recuerdo  madre.

Un turbión de recuerdos en mi mente

zarandea   mi espíritu marchito

llegando  mi agonía al infinito

por saberte alejada  eternamente.

Con vehemencia, mi corazón agito

al recordar tu voz, ahora ausente.

 La llama que encendida permanente

ilumina el dolor en  que transito.

El dolor de la muerte despiadada

que descuajó de mi tu amor divino

prolongando la noche en mi alborada.

Adorarte  será  mi hermoso sino

hasta alcanzar  la  hora señalada

para  que el dalle agoste mi destino.

 

José Juan Sosa Rodríguez.

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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