Me pregunto si en todas partes pasa lo mismo… Yo quiero pensar que no. Que aún hay personas que trabajan en la sanidad por vocación, porque tienen humanidad, porque les gusta ayudar. Porque entienden que este trabajo no es solo curar, sino acompañar… y a veces, incluso ayudar a morir con dignidad.
La sanidad conlleva sacrificios. Muchos. Pero hay quienes lo asumen no por el sueldo, sino por una profunda voluntad de servicio. Y eso, lamentablemente, no lo estoy viendo en estos días en el Hospital Insular de Gran Canaria.
Hacía al menos 30 años que no tenía a alguien cercano ingresado en urgencias. La última vez fue cuando falleció mi madre. Ya entonces, salvo dos o tres excepciones, se notaba cierta deshumanización. Pero lo que estoy viviendo ahora me ha dejado sin palabras.
Puedo decirlo claro: el Hospital Insular es hoy un lugar donde muchas de las personas que trabajan ahí han perdido la humanidad. Y eso perjudica directamente a los pacientes. Lo vivo cada día.
Hay falta de camas. Sí. Es evidente. Pero eso no puede justificar que una persona desorientada esté sola, aislada, sin apoyo familiar más que 30 minutos al día entre las 11 y las 11:30. ¿De verdad creen que eso ayuda? ¿Cómo puede alguien recuperar su orientación si nadie le dice qué día es, qué hora, cuánto ha dormido? ¿Dónde está la empatía? ¿Dónde está el sentido común?
Quien puso esos horarios, seguramente nunca ha tenido a un ser querido en esa situación. Porque si eres amigo, conocido o familiar del sistema, ya sabes: tendrás un trato diferente. Otra cara, otro acceso, otro horario. Así no se construye un servicio público justo.
He conocido la realidad cruda de estar días en urgencias, esperando una cama, viendo cómo se desborda el sistema, cómo el personal —salvo contadas excepciones— no responde con humanidad. Hablas con personas que todavía conservan ese lado humano, y todas coinciden: muchos trabajadores sanitarios están amargados, quemados, desmotivados. No quieren hacer más allá de lo mínimo. Y como funcionarios, muchos solo piensan en cumplir horario… y cobrar.
¿Hay alguien dispuesto a arreglar esto? ¿O todos prefieren mirar al sol y hacer como que no pasa nada?
Lo más preocupante es que esto no es un problema político. Ha pasado gente de derecha y de izquierda por la gestión sanitaria de Canarias. Y nada ha cambiado. Esto va más allá: es un problema de ética profesional, de liderazgo, de valores. Y si no se ataja, esta deshumanización se va a contagiar y normalizar.
He tenido que vivirlo en carne propia durante más de 15 días para entenderlo. Y por eso lo cuento. Porque esto hay que decirlo, compartirlo, denunciarlo. Para que no caiga en el olvido.
Y aprovecho para decir algo importante: felicito al personal del Hospital Dr. Negrín. Allí sí se ve humanidad, cariño, atención de verdad. El contraste con el Insular es brutal. El Negrín parece un hospital de Europa. El Insular… lamentablemente, es ahora mismo un hospital tercermundista.
Ahí lo dejo. Para quien quiera escuchar, para quien tenga el valor de actuar, y para que todos sepamos qué está pasando.
(*) Juan Santana, periodista y locutor de Radio Las Palmas y ‘EsRadio’