El palmarés de José Juan Padilla, conocido en el mundo del deporte como ‘El Paraca’ cuenta con más de medio centenar de medallas, trofeos y diplomas de boxeo, aunque el verdadero y más importante combate lo disputó en privado, en su casa de Telde, en 2006, cuando tuvo que dejar todos sus sueños y aspiraciones para acompañar y proteger a su madre de las palizas que le propinaba su padre. Ahora, 18 años después, prepara su regreso al cuadrilátero, pero esta vez como árbitro.
‘El Paraca’ sigue viviendo en Jinámar, el barrio que le vio crecer y que, salvo durante la etapa que estuvo becado como deportista de alto rendimiento, fue su hogar. Allí todos le conocen y saben lo cerca que estuvo de probar las mieles de las Olimpiadas, pero también son conocedores de la carga que él y sus tres hermanos tuvieron que soportar y los sacrificios que realizó.
José Juan Padilla fue campeón de Canarias de boxeo en 2003 y revalidó el título cuatro años consecutivos más, hasta 2007. También fue campeón de España entre 2003 y 2006, y obtuvo medallas de los tres metales en numerosas competiciones europeas y mundiales. Sin embargo, entre 2006 y 2007, su mundo prácticamente paró cuando su madre, víctima de la violencia de género, le llamó para decirle que temía por su vida. Él, que junto a sus hermanos también había sido golpeado y maltratado por su padre, no se lo pensó dos veces y dejó la concentración de la competición en la que se jugaba su participación en los juegos olímpicos de Pekín.
«Mientras estaba en la residencia de alto rendimiento no estaba tranquilo pensando en que podía pasarle algo», explica este teldense porque estando en Madrid «recibía llamadas de mis vecinos avisándome de que tuviera cuidado, que él (su padre) estaba rondando por casa de mi madre».
Con la creciente preocupación y la sensación de que con la lejanía no podía proteger a su progenitora, cuando ella le llamó asustada, decidió «volver para estar a su lado», aunque esto supuso truncar su carrera como deportista. Sin embargo, no se arrepiente de su decisión. «Madre no hay más que una y fue la que me dio la vida».
Confiesa que echa de menos el boxeo, una actividad que «cambió» su vida porque le «dio un futuro». El deporte «me enseñó valores y a saber caminar por la vida madurando como persona. Me permitió viajar por medio mundo para dedicarme a lo que me gustaba y conocer a muchas personas maravillosas con las que aun hoy tengo relación», sentencia.
Cuando poco después de haber dejado la residencia para deportistas de alto rendimiento vio a sus compañeros en las Olimpiadas de Pekín o en alguna otra competición se sentía «triste, pero orgulloso por la decisión que tomé de irme y proteger a mi madre», y durante los recientes Juegos de París «me alegré mucho de sus resultados».
Años más tarde, ella falleció fraccionando aún más la vida de este boxeador teldense. «Aún no lo tengo asumido, pero por mis hijos y por ella lucho cada día para estar mejor».
Su padre aún vive, aunque ni él ni sus hermanos mantienen contacto con él. El recuerdo de su infancia y juventud a su lado, de los golpes y gritos, le sirven ahora para intentar aprovechar al máximo el tiempo con sus hijos, una niña de siete años y un niño de dos, «con quienes transcurre mi día a día», afirma.
Intento frustrado
Hace unos años volvió al gimnasio para preparar su regreso al deporte que durante mucho tiempo le dio las fuerzas para sobrellevar su realidad. «Ya tenía concertadas las primeras peleas y hasta teníamos los carteles, pero llegó la pandemia, nos encerraron en casa y todo se paró». José Juan Padilla había reunido todas sus fuerzas para intentar retomar, entonces, su carrera como deportista y este nuevo obstáculo hizo que su voluntad volviera a caer.
Sin embargo, el boxeo siempre desempeñó un importante papel en su vida y ni el paso del tiempo ni las dificultades consiguen derrumbarlo del todo. Durante un tiempo se planteó ser entrenador, una labor para la que está cualificado —cuenta con el diploma acreditativo de la Federación Española de Boxeo—, pero considera que emprender esta tarea es complicado porque conlleva la necesidad de disponer de un gimnasio adecuado y, también, del apoyo de las instituciones públicas.
Ahora prepara su regreso como árbitro, lo que le abre una nueva vía para mantener su vínculo con el boxeo e, incluso, vivir de ello. Mientras completa su formación, enlaza trabajos temporales con los que sostiene la economía de su hogar, el último, en el departamento de logística de unos grandes almacenes de la capital grancanaria, donde se sintió muy arropado por sus compañeros y jefes.
Ya ha culminado la parte teórica y para obtener el título que le faculta para arbitrar peleas solo le queda hacer las prácticas. Reconoce que tiene ya ansias por subirse de nuevo al ring, aunque sea en este papel, y seguir llevando el nombre de Telde, vinculado al boxeo, a todas partes.
Pese a que sus logros le hacen feliz, tiene una espinita clavada de la que espera poder liberarse pronto. Echa de menos un reconocimiento público de su ciudad, de la que tanto presumió durante tantos años, y sueña con poder subir al escenario del teatro municipal Juan Ramón Jiménez para recoger, algún día, una medalla al Mérito Deportivo o algún otro tipo de reconocimiento. Eso sí, Juan José Padilla sabe que el mejor reconocimiento que pudo recibir en su vida fue el agradecimiento de su madre al sentirse segura, durante un tiempo a su lado, y el de sus hijos por contar con un padre respetuoso que sabe que la violencia nunca debe estar ligada al amor.
La Provincia-Dlp (Esther Medina)