Desde mis primeros viajes a Japón, a finales de los años 80 el templo sensoji ha sido casi una visita obligada. Casi en cada viaje he tomado el tren desde la ciudad de Noda ó Kashiwa, donde generalmente me suelo hospedar para viajar hasta la estación de Ueno y allí tomar el metro a Asakusa.
Este templo, al contrario de los visitados en capítulos anteriores (sugamo y shinagawa) es muy turístico, por lo cual el número de visitantes durante todo el año es, extremadamente elevado. Esto se justifica porque aparte de ser un pasillo de venta de productos propios del país enfocado al turismo, allí se encuentra una estatua de Kannon, la diosa budista de la misericordia. La leyenda cuenta que dos hermanos, allá por el 628 pescaron la estatura en el río Sumida y aunque volvían a colocarla en el rio, siempre volvía a ellos.
En los alrededores de esta hermosa área de peregrinaje podemos encontrar una pagoda de cinco pisos, construida por primera vez en 942, reconstruida en 1648 por el shogun Tokugawa Iemitsu y destruida por el bombardeo en 1945. La actual data de 1973 y mide unos 53 metros aproximadamente.
Esta pagoda tiene una reliquia de las cenizas del Buda en su historia más importante.
Al acercarnos al edificio principal podemos encontrar un gran recipiente donde se deposita el incienso y tras esa gran humareda todos se “bañan” casi literalmente con el humo para recibir sus bendiciones de sanación y buena suerte.
Si vas a Tokyo es casi un deber visitar este templo, que además está muy cerca de muchas tiendas tradicionales, restaurantes de todas las características. Es una zona colorida y con olores entremezclados que abren todos los sentidos.
Pedro Fleitas González