150 años del icono de Siete Ojos

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Hoy pasa casi desapercibido, pero para el Telde del siglo XIX se convirtió en la mayor obra de ingeniería civil de cuantas contó desde los tiempos de la conquista. El Puente de los Siete Ojos, que salva la depresión del barranco Real, cumple 150 años. En octubre de 1865 se colocó la última piedra de su 7º arco, pero no fue hasta octubre de 1866 cuando se dio por finalizado.    

Obra del insigne ingeniero Juan de León y Castillo, este puente,  erigido en icono de San Juan y de todo Telde durante décadas, dotaba a la ciudad de una vía de comunicación rápida y segura con la capital de la Isla, pero, a la postre, también facilitó la conversión del municipio en la puerta de entrada y salida de todo el sur y el este de Gran Canaria, con el lógico desarrollo comercial y económico que eso le supuso.

El trazado de la GC-1, principal arteria de comunicación de la Isla entre la capital, Telde y el sur desde finales de los 70, relegó a un segundo plano a este puente y a la vía con la que conectaba, la antigua carretera general de Jinámar, la GC-812, hoy GC-100,pero durante lustros fue crucial para el transporte entre los dos grandes núcleos de población de Gran Canaria. Durante los 400 años en que no hubo puente entre una y otra orilla del cauce, las comarcas del sur quedaban incomunicadas cada vez que el barranco llevaba agua, que era frecuente en invierno.

El historiador Germán Jiménez Martel, en su artículo La carretera de Las Palmas de Gran Canaria a la ciudad de Telde. El instrumento del progreso y desarrollo de la zona sur-este de la Isla, publicado en 2002 en el Boletín Millares Carlo, prueba la necesidad que había de un puente al citar otro artículo del cronista en el que cuenta la aventura del comerciante Francisco Pérez Cabral, quien en 1861, y con solo 16 años, «tuvo que esperar 8 días», con 14 carros tirados por pares de mulas, a que dejara de «bajar agua de banda a banda».

Las obras, financiadas por el Ministerio de Fomento de entonces, arrancaron poco después, el 6 de diciembre de 1863, y acabaron el 6 de octubre de 1865, según Jiménez Martel, que detalla cómo al colocar la última piedra de la clave del 7º arco repicaron las campanas y se tiraron voladores, tocó la banda y se dieron vivas a la Reina y a León y Castillo. La recepción definitiva de las obras  no se firmaría hasta octubre de 1866.

Pese a tanta trascendencia, pocos se han percatado de la efemérides, de que se cumplen 150 años de su construcción sobre el ancho cauce del barranco Real de Telde. El cronista de la ciudad, Antonio González Padrón, apunta que a lo mejor puede ser un buen momento para que alguna institución dé respuesta a la añeja demanda de que se le dé al lado oeste o lado tierra del puente, el más nuevo, el de la ampliación, un acabado similar al del lado este o lado mar, el original, el que dejó listo León y Castillo en el XIX.

Subraya González que cuando el aumento del tráfico viario acoiejó la ampliación del ancho de calzada del puente, allá por los años 80 del siglo XX, se optó por construir una estructura paralela y similar, también de siete ojos, y acoplársela por el lado tierra del viaducto original, pero lamenta que no tuvieran el cuidado de recurrir a la cantería gris, como hizo el autor del proyecto, para revestir los paramentos. Usaron hormigón. Hoy en día, aunque poca gente lo sepa, el puente emblema de Telde tiene dos caras.

Canarias7

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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