Al final se trataba de un cheque, de dinerito, de cambiar estampitas aunque fuera con la misma mafia.Al final aquello de nacionalismo canario y progresista era una coña, un subterfugio, una etiqueta como la de anís del mono para embriagar a los hartos de tanto y de tantos.Al final era más de lo mismo,vieja política, el recambio de CC, un vale todo que en el fondo es consuelo para tontos.
Piden a Montoro lo que el mismo Estado español le esquilma a Canarias anualmente y lo venden con traca de voladores, pasando por alto que lo que en realidad pierden es su dignidad. Es como si aceptáramos dinero de un narcotraficante para comprar botas de fútbol del equipo del barrio donde matan a su juventud. Quevedo ya se siente Mauricio y acabará como él cuando la oligarquía Canaria lo quiera cambiar por otro Soria… sólo que de paso habrá quemado otro proyecto canario por unas perrillas pal cine.
José Carlos Martín Puig, sociólogo